jueves, 1 de mayo de 2008

~ Tan sólo un poquito ~

La jovencita se acercó dando pasitos cortos hasta el lugar de donde provenía la nevada. En la plaza, junto al roble vallado y cerca de la casa de los cisnes había un hombre que esculpía un bloque de hielo, haciendo volar diminutas esquirlas blancas que el viento arrastraba. Era un ángel, un ángel transparente, como hecho de agua pero duro como la piedra, abriendo bajo el sol nublado de mediodía unas alas tan frías como acogedoras. Abrazó su muñeca y siguió hasta llegar al lado del gigante que sostenía en sus manos el cincel y el martillo. Era verdaderamente enorme, grueso y ceñudo como un oso, con un gesto serio que era su mejor cartel de presentación: una señal luminosa que decía "no te acerques, no me mires, no me hables". Sin embargo, la pequeña no podía resistirse y le tiró del abrigo para que le hiciese caso. Él se volvió y la vio, pequeñita, menuda como una figurita de hielo como las que tallaba, con un dedito apoyado en los labios y los ojitos muy abiertos, como si fuese la primera vez que miraba a alguien de frente, y no pudo más que sonreír.
-¿Quieres algo, nena?
-Es muy bonita... La estatua...
Sonrió nuevamente.
-No es bonita, nena, tan sólo es un poquito exacta.

No hay comentarios: